A estas alturas, como os podréis imaginar, no hemos visitado pocos departamentos de restauración de arte.
Es un tipo de producto con un nivel técnico tan elevado, que la verdad es que es muy difícil que el canal prescriptor convencional entienda las necesidades del restaurador de arte, entran en juego tantos factores, que resulta francamente difícil poner todos lo puntos sobre las íes cuando no estás hablando directamente con el restaurador de arte.
No pasa lo mismo con la iluminación museográfica, ahí tenemos a muy buenos clientes dentro de la iniciativa privada que están “enamorados” de nuestros productos y los ponen donde les encajan, muchas veces, y muy a nuestro pesar, ni nos enteramos donde acaban instalados nuestros focos para sala. Esas empresas utilizan nuestros focos con pericia, y el resultado siempre es un diseño expositivo precioso.

En esas visitas que hacemos a distintos departamentos de restauración de arte, hay una constante en cuanto a la iluminación. Suele haber alguna luminaria de tubo fluorescente o un retrofit de tubo LED de baja calidad cromática, que intenta ser compensado con alguna luminaria auxiliar. Estos focos auxiliares suelen tener un índice de reproducción cromática algo más generoso, llegando a los 92 en el mejor de los casos cuando se trata de tubo fluorescente, y 96 o 97 cuando es algún foco para restauración LED algo más moderno.
En cuanto a la calidad cromática, aunque no sean lo mejor, pueden dar resultados razonablemente buenos, y el restaurador tiene por lo menos una fuente que le permite ver los colores con cierta fidelidad. Pero aquí es donde metemos el “pero” y éste está relacionado con la ergonomía.

El Confort
Cuando se calcula un área de trabajo utilizando la norma UNE EN 12464 hay un parámetro que entra en juego, y es la iluminancia circundante. La cuestión es que cuando fijamos la vista en una tarea, la región en la que estamos ejecutando debería ser lo más uniforme y luminosa posible, pero también debe serlo el entorno. Cada vez que levantamos la vista la luminancia que viene desde las inmediaciones debe ser lo más parecida posible a la de la región donde estamos ejecutando nuestra tarea.
Esto debe ser así porque cuando fijamos al vista en distintas superficies con distintas luminancias, nuestra retina se ve obligada a adaptarse rápidamente a los nuevos flujos de luz. Cuanto más contraste hay entre las distintas superficies, más trabajo han de hacer nuestras retinas, y como con cualquier otro órgano al que le demandamos en exceso, la fatiga llegará antes.
El problema se intuye: una fuente de luz potente, y muy cerca a nosotros nos proyectará altas iluminancias a nuestra superficie de trabajo, en contraste con lo que nos rodea. Esto sin mencionar que en muchos momentos miraremos directamente a la fuente por error, lo que nos causará deslumbramientos, y que nosotros mismos podemos causar sombras duras en nuestra área de trabajo con nuestras propias manos y nuestras herramientas de trabajo.
Soy consciente de que en muchas ocasiones es necesario tener fuentes auxiliares. Se me ocurren las luces rasantes, que tienen su utilidad para apreciar adecuadamente ciertos volúmenes, pero esto debe ser la excepción, casos puntuales, no la regla.
Uniformidad
Por tanto, a la hora de iluminar un departamento de restauración de arte, es crucial valorar la uniformidad de la estancia, y esto es prácticamente imposible de lograr con luminarias auxiliares. Aquí ya nos encontramos con que hay un camino muy claro qué seguir. Tenemos normas muy claras que nos permiten determinar la uniformidad de una estancia, contamos con potentes Softwares de cálculo luminotécnico que nos permiten predecir con mucha precisión como va a quedar iluminada nuestra estancia, al aportar los datos arquitectónicos del edificio y fotométricos de las luminarias. Estos cálculos son indispensables para el buen hacer a la hora de prescribir la iluminación de un puesto de trabajo, que es exactamente lo que es un departamento de restauración, a pesar de sus muchas particularidades y altas exigencias.

¿Y si no se puede?
Tampoco hay que dar la espalda a la realidad, cierto es que en muchos lugares montar un campo de luminarias de restauración no es viable.
Motivos económicos, como a los que pueden apelar pequeños talleres de autónomos que se dedican a la restauración, o motivos prácticos, como los que pueden darse en lugares donde la intervención se ejecuta en el propio emplazamiento de la obra: un mural, un fresco, etcétera. En cualquiera de los casos lo más conveniente es que la luminaria auxiliar tenga la suficiente potencia y superficie luminosa como para poder dejarla a cierta distancia y altura con cierta comodidad.
Con ese criterio diseñamos nuestras luminarias auxiliares, que son regulables en intensidad, y están montadas sobre un robusto trípode con ruedas y frenos que permiten poner la luminaria en cualquier posición y altura hasta los 3.5 metros. La disposición de las patas permite que una de ellas se deslice cómodamente sobre las mesas de trabajo, y poder dejar la luminaria trabajando en el plano más vertical posible.


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