A estas alturas, muchos profesionales de la museología están meridianamente al tanto de los avances tecnológicos en cuanto iluminación. Cierto es que las novedades se suceden a gran velocidad, pero en lineas generales resultan ser mejoras en características de las luminarias o de sus sistemas de control.
No obstante, hay algunas constantes en lo que respecta a iluminación museográfica. Existen determinadas formas de abordar la iluminación de una exposición, estas se deducen a partir de numerosos factores, como el relato expositivo que haya diseñado el comisario, el entendimiento de este con los técnicos de iluminación, las características arquitectónicas del espacio y como no, los medios existentes.
Pasear de noche por un plácido camino campestre, y tener que atravesar unos matorrales oscuros para llegar a tu destino. En esos matorrales puede haber un mapache escondido que salte intempestivamente y te asuste, un asaltante provisto de un arma blanca con orden de busca y captura, o bueno, quizá simplemente sean zarzamoras silvestres que a pesar de tener algunas espinas que con algo de pericia puedes esquivar, están llenas de ricas moras que endulzan tu camino.
Eso más o menos es lo que deben sentir los comisarios y artistas a los que les han aprobado una exposición y tienen que ir a ver de qué medios disponen en una sala de exposiciones. Presupuestos de montaje muy limitados, exceso de luz natural, falta de puntos de luz, o falta de idoneidad de los puntos de luz existentes, carencia de medios de elevación, etcétera.
Así que paseándonos por la realidad, salvo que sea una exposición en un museo con generosos medios materiales, o una exposición que se prescribe y saca a concurso con toda la producción incluida, la mayoría de exposiciones se tienen que ajustar a los recursos de la sala, que muy a menudo no son los deseados por los creativos que las concibieron.
A continuación vamos a hacer un breve repaso por algunos de las composiciones más habituales en el diseño de iluminación de una sala de museo o galería de arte, y veremos qué tipo de luminarias resultarían útiles en cada situación.
Acentuación.
Probablemente el método más directo de todos. Se pone un foco por pieza, o por cada composición de pequeñas piezas. Solo se requiere un rail instalado a una altura que sea aproximadamente un tercio de la distancia hasta la pared.
En techos de unos tres metros de altura, requerimos focos con una apertura de 36º o inferior, pero para techos más altos, requeriremos haces cada vez más cerrados y focos cada vez más potentes.
Las limitaciones en las aperturas pueden ser un problema, porque focos de más de 40º empezarán a hacer una especie de baño de pared (AKA WW) prácticamente a cualquier altura, impidiendo la acentuación de las obras, pues los haces de luz se solaparán, desvirtuando la intención de crear ligeros contrastes entre las paredes y las zonas expositivas.
Existen varios tipos de puntualización más allá de los ángulos. Algunos fabricantes ofrecen interesantes opciones de acentuación con formas diferentes, en los que los haces no describen un círculo sino una forma rectangular, alargada o cuadrada. Nuestro foco Falco es un ejemplo de ese tipo de equipo.
Este tipo de foco, que solo se puede encontrar en catálogos de fabricantes especializados en museografía, ofrece claras ventajas a la hora de acentuar diferentes formas, como esculturas, formas alargadas, contornos rectangulares de diferentes proporciones, y todo ello proyectando muy poca luz en la pared, lo que evita reflejos que paulatinamente, y obra por obra, se se irán convirtiendo en luz intrusa en cada zona del espacio expositivo. A cada espacio en el que iluminemos más pared de la estrictamente necesaria, más contaminación cruzada y menos efecto de acentuación se percibirá.
El método de acentuación es conveniente sobre todo en aquellos espacios donde la conservación preventiva es crucial: dibujos, obras muy antiguas, textiles, y demás objetos inusualmente sensibles a la degradación fotoquímica. Una acentuación llevada a termino con pericia, permitirá proyectar bajas iluminancias a las obras, y una experiencia confortable para quien las contempla.
Bañado general.
Este método lo encontramos con más frecuencia en galerías de arte moderno. Se disponen luminarias en lo alto del techo que emiten haces uniformes a las paredes o en algunos casos, en todas las direcciones del espacio. Esta última opción es la menos deseable, las luminarias que carecen de un apantallamiento adecuado, deslumbran y empeoran la experiencia del observador.
El bañado general puede resultar adecuado para exponer obra de gran formato, o en espacios donde la luz natural hace infructuosa la instalación de focos de acentuación, así evitamos que haya diferencias radicales en el diseño de iluminación a diferentes horas del día.
Unas bañadoras cálidas pueden restar frialdad a la luz solar de un día nublado que se cuela por las claraboyas y ventanas, lo cual hará también una transición lenta entre temperaturas de color, a razón de que la luz solar vaya perdiendo intensidad lumínica. Al ocaso, tendremos la sala iluminada de la misma forma, pero con una temperatura de color más confortable para la hora que trasncurre.
Por contra, resulta inconveniente utilizar focos de acentuación cálidos en espacios expositivos inundados por la luz natural. La baja iluminancia que podrá aportar cualquier luz artificial respecto a la solar, dará un aspecto pobre y amarillento a la iluminación. Si no queda otro camino que utilizar focos de acentuación en un espacio de estas características, procuraremos que estos sean de una temperatura de color más elevada, como 4000K, esto dará equilibrio al no contrastar demasiado con la temperatura de color del sol, y evitará un aspecto frio y sórdido al caer la noche cuando focos sean la única fuente de luz. No obstante, lo ideal en este escenario sería contar con luminarias que tengan la temperatura de color variable, y que además se puedan programar en función de la hora del día, ya sea con algún sistema autónomo o centralizado.
Hay varias formas de hacer un baño de pared, la más adecuada quizá sea utilizar luminarias diseñadas a tal efecto, como nuestras luminarias Moenia. Las bañadoras por lo general son de haz asimétrico, y ligeramente orientables.
Otra vía muy habitual es utilizar focos de ángulo amplio, de 60º.
Si los railes están a una distancia adecuada, se podrá bañar satisfactoriamente una superficie si disponemos los haces de los focos de tal forma que sus límites se solapen entre si.
Para lograr exitosamente un bañado con este tipo de foco es necesario disponer de una adecuada distancia del rail a la pared, porque de lo contrario podemos marcar halos muy fuertes a la altura del foco en el caso de estar muy cerca, o peor aún, deslumbrar a los observadores en el caso de estar muy lejos.
Podemos considerar un foco de 60º de apretura como un elemento que nos dibujará un cono equilátero. Suele proyectar un haz circular de un diámetro que se deduce por simplificarlo mucho, multiplicando por 1,15 la altura o la distancia desde la que proyectamos. Así pues, un foco de 60º instalado a 3 m de altura y apuntando hacia el suelo dibujará un haz de luz de 3,45m de diámetro. Esto implica que cualquier observador que entre en esa zona de nuestro cono, es susceptible a deslumbramientos y a proyectar sombras.
Algunos focos específicos para museografía son compatibles con ciertos accesorios orientados a ayudar al bañado de superficies con haces simétricos, y a reducir el riesgo de deslumbramientos.
Un accesorio de bañado según donde lo orientemos puede reducir los halos en la pared a la altura del foco, o puede apantallar la superficie luminosa en dirección a los observadores para evitar deslumbramientos.
Un accesorio “panal de abeja” es un sencillo elemento capaz de reducir significativamente los deslumbramientos en todas las direcciones, aunque hay que señalar que reduce el flujo luminoso de una forma significativa.
Focos de nuestro catálogo como el Zoom y el PRO son compatibles con este tipo de accesorios.
Existe también una forma no deseada y me atrevería a decir, involuntaria, de tener un aspecto similar a una sala con baño uniforme de pared. Se da cuando entra en escena una combinación de factores como los son focos de acentuación con ángulos inapropiados, techos altos, superficies del edificio claras y reflectantes, que se combinan entre si para generar una contaminación lumínica que va desde todas las direcciones y hacia todas las direcciones.
Estos problemas pueden ser solucionados con muy pocos recursos: paredes más oscuras, railes suspendidos con tensores en vez de adosados a superficie, y por supuesto, focos adecuados.
Bañado y acentuación.
Si se acompaña de una cuidada elección de mobiliario, colores y texturas, es la forma de iluminar que más satisfacción visual puede ofrecer al espectador. Resulta también ideal en aquellos espacios expositivos en los que no se quiere que la arquitectura pase desapercibida, ya sea porque guarda un interés estético o cultural, o ya sea porque es parte del discurso expositivo, como lo que ocurre en algunas exposiciones sitas en Bienes de Interés Cultural como castillos y palacios.
Como el lector ya habrá deducido, se da con la combinación de luminarias de baño y luminarias de acentuación en sus diferentes versiones antes mencionadas. Combinar un nivel de iluminación bajo pero uniforme, con sutiles acentuaciones en los objetos de mayor interés, ofrece un alto confort visual, y permite que el observador contemple de lejos el diseño general de la exposición, y de cerca los detalles de los objetos de mayor interés.
Permite desatar más creatividad a la hora del diseño de iluminación, y utilizar de forma más ingeniosa la comunicación visual, al facilitar la creación de zonas con diferente nivel luminoso, para por ejemplo, oscurecer la ruta del visitante cuando este se dirige a ver una obra que se quiere resaltar en medio de la penumbra, o cualquier otro efecto dramático que se desee.
Uno de los pocos contextos donde este tipo de iluminación no es conveniente, es en aquellos donde se custodien piezas extraordinariamente delicadas y que requieren niveles muy bajos de iluminancias. El consenso que hay para este tipo de objetos es proyectar la menor cantidad de luz posible, y nunca por encima de los 50 lux. Si disponemos en un espacio una base de luz mínima, la luz de acentuación será necesariamente más elevada, por tanto dañina para las piezas expuestas.
Al hilo del párrafo anterior, podemos detenernos un momento en las temperaturas de color. La publicación del CIE 157:2004 Control of damage to museum objects by optical radiation utiliza evidencias de la degradación fotoquímica de las obras con la composición espectral de la luz. Las longitudes de onda más cortas son las que mayor potencial de daño tienen.
Esto hace que resulte conveniente utilizar para esos entornos temperaturas de color lo más cálidas posibles. A menor temperatura de color, menos componentes en la parte izquierda del espectro, por tanto, menos daño potencial. Esta idea descarta por completo la utilización de tecnologías como los fluorescentes o cualquier tipo de iluminación de descarga independientemente de su temperatura de color, que al margen de su baja eficiencia y exigua calidad cromática, contienen significativas cantidades de radiación ultravioleta (<400nm) que es varios órdenes de magnitud más dañina que la luz visible.
Recortes.
La iluminación de recortes busca la creación de contornos duros que marquen contrastes entre la obra y su entorno. Los límites del haz de luz suelen coincidir con los marcos o los perímetros exteriores de las obras, que necesariamente deben ser circulares o poligonales.
Este tipo de iluminación genera ambientes muy contrastados, salas relativamente oscuras y obras muy resaltadlas. La contaminación por luz cruzada es mínima ya que es fácil delimitar los contornos de las obras evitando iluminar paredes, suelos, mobiliario, o cualquier otro elemento que pueda reflejar luz.
Se usa con frecuencia en exposiciones de fotografía donde el color es protagonista, y en donde la conservación preventiva no es un factor de prioritaria consideración, ya que se suelen exponer las obras a iluminancias altas.
Es ideal cuando se busca crear un alto impacto, pero se debe tener en cuenta que si se abusa del nivel de luz, existe el riesgo de que cada obra tenga el aspecto de una valla publicitaria retroiluminada, además de crear un recorrido poco confortable para el espectador, debido a los fuertes contrastes de iluminancias.
La forma más idónea de generar este tipo de iluminación, es el uso de focos provistos de cuchillas internas combinadas con un zoom y un mecanismo de enfoque. El juego de esos tres elementos nos permiten proyectar triángulos, cuadrados, y rectángulos de las proporciones y tamaño que necesitemos, pudiendo también decidir sobre la nitidez de los contornos según movamos el enfoque. Se trata de focos con elementos ópticos complejos que requieren esfuerzos económicos considerables para su adquisición.
Existe alternativa menos sofisticada y más asequible, aunque con resultados mucho más modestos. Se trata de los accesorios de palas que se pueden integrar en algunos focos, consta de un mecanismo provisto de 4 aletas basculantes de forma trapezoidal que se pueden disponer de tal forma que obtengamos un recorte de la luz. Obtiene cuadrados y rectángulos de diferentes proporciones, aunque de contornos poco nítidos en función de la distancia.
La calidad del resultado empeora si el accesorio de recorte es blanco, pues la luz se reflejará en las palas proyectando luz a zonas no deseadas. Otro inconveniente resultante de este tipo de accesorios es la luz que se fuga por entre las palas, manchando superficies y llamando la atención sobre la misma luminaria.
Iluminación de vitrinas.
La iluminación de vitrinas requeriría un artículo aparte, así que solo vamos a trasmitir algunos de los retos que se deben superar, y algunos de los recursos que hay disponibles a tal efecto.
Las vitrinas presentan gran complejidad, hay modelos que simplemente son una urna de cristal con algún soporte de madera o metal, y otros modelos que integran sistemas de ventilación, control de humedad, temperatura, elementos antirreflejos, filtros de ultravioletas, y por supuesto, iluminación.
Que la iluminación sea exterior o interior depende de tantos factores que no podríamos concluir nada en estas escasas líneas de texto. Un museo que ya tiene las vitrinas puede que no permita que se instalen elementos de iluminación en su interior. Y si se pueden instalar, quizá no sea conveniente por el posible aumento de temperatura que se genere y que constituya una amenaza para la integridad de los objetos expuestos.
Quizá la disposición de los railes para iluminar desde fuera genere molestos deslumbramientos al reflejar la luz de los focos sobre las superficies cristalinas, y si aplicamos recubrimientos antirreflejos estos dificulten la observación de los objetos que se custodian dentro.
Para este tipo de iluminación, insto al lector a contar con el asesoramiento de un profesional que pueda resolver de la mejor forma los diferentes obstáculos que se vayan presentando para llegar a un resultado satisfactorio. En muchos casos la solución solo puede emerger del acuerdo con los departamentos de mantenimiento, conservación, y comisariado del museo. Cada parte tendrá sus propias inquietudes e intentará defender su parcela frente a los intereses de los demás implicados, por ello, se necesita una figura cuyo conocimiento de la técnica le permita entender a todas las partes y trazar una ruta de prioridades y actuación. Probablemente en un futuro artículo abordemos ese tema con más detalle.
Las soluciones técnicas más novedosas para la iluminación de vitrinas, son pequeñas luminarias muy optimizadas en cuanto a eficiencia y gestión de temperatura.
Estas luminarias dejan fuera del compartimento de la piezas expuestas los elementos que soportan la mayor carga termodinámica del sistema, me refiero a las fuentes de alimentación. Las fuentes de alimentación generan un calor considerable al termino de su trabajo, por tanto, externalizar ese componente libera al museógrafo de preocuparse de esa parte de gestión del calor.
Hasta hace no mucho las opciones en ese sentido se limitaban a las celebérrimas tiras de LED, elemento de gran versatilidad y relativamente económico. No obstante, su campo de actuación se limitaba a la iluminación de campo, ofreciendo escasas posibilidades en su parte óptica, se podía elegir como mucho entre una tulipa más o menos trasparente, o a lo sumo algún ángulo de apertura entre los 30º y los 90º, pero nos dejaba fuera cualquier posibilidad de puntualización, o adaptación a elementos individuales.
A la fecha, numerosos fabricantes hemos lanzado soluciones muy especializadas en ese campo, ofreciendo a museólogos y diseñadores de vitrinas, potentes herramientas a la hora de planificar una iluminación en vitrinas mucho más lograda.
A modo de resumen y conclusión, señalar que no todo es la acentuación con focos de 36º. Existe un amplio abanico de posibilidades a la hora de apoyar al discurso museográfico a través de la iluminación. La concomitancia entre comisarios y diseñadores de iluminación es crucial a la hora de conseguir coherencia entre la luz y los objetos expuestos.
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