Hace unos días me deleitaba con un artículo en el que un grupo de investigadores de la Universidad de Bristol nos explicaban un hecho muy llamativo, que quizá más de uno de nosotros nos habíamos preguntado: ¿Cómo es posible que un tigre haya evolucionado de color naranja si su propósito es ser un depredador sigiloso?
Todos vimos alguno de esos documentales en los que el tigre acecha a su presa detrás de la hierba verde o seca, y resulta evidente ese vivo color que contrasta llamativamente con el entorno. Y esa pregunta nos lleva a la siguiente, ¿porqué su víctima no es capaz de verlo?
La explicación está en el sistema de visión de algunos herbívoros, que es dicromática. Los seres humanos, y otros tantos mamíferos tenemos una visión que se basa en la percepción de tres colores primarios, el rojo, el azul, y el verde. Esto nos permite percibir una gama de colores enorme, y diferenciar claramente el naranja, el amarillo, y el verde. Otros mamíferos herbívoros como bovinos, ovinos y caprinos que tienen visión dicromática, poseen una base primaria más reducida, de un azul cercano al púrpura, y el amarillo. Este hecho limita drásticamente los colores que son capaces de ver si lo comparamos con una visión triestímulo.
Por ejemplo, en un bosque templado, un ser vivo es capaz de percibir una variedad de colores distinta en función de la naturaleza dicromática o tricromática de su visión, siendo forzosamente la segunda mejor que la primera.
Volviendo a el tigre que acecha desde los hierbajos, nosotros podemos ver claramente el contraste de su pelaje naranja respecto a su entorno, pero sus presas no pueden distinguirlo con tanta facilidad.
Cuando aplicamos ese modelo de vision dicromática a la visión, es fácil entender como es insuficiente para detectar adecuadamente el color naranja del tigre, lo que retrasa los sistemas de alerta de la presa y otorga al depredador mayores posibilidades de obtener la presa con éxito.
Luz y receptores
Este problema con los receptores lo podemos considerar también desde la perspectiva de las fuentes de luz. No tener receptores para un color, puede presentar inconvenientes similares cuando se tienen los receptores pero no se tienen la fuente de luz adecuada. Este fenómeno es muy perceptible en zonas donde se tiene alumbrado público con lámpara de vapor de sodio, cuya luz consiste en una banda amarilla prácticamente monocromática, que será incapaz de reproducir el color verde de una planta, por ejemplo.
Por tanto, podemos acercar el fenómeno de la carencia de receptores de color al fenómeno de la carencia de componentes en la fuente de luz que usamos para ver un objeto.
Problemas en el taller
En un taller de creación o restauración de pintura, encontraremos numerosas necesidades comunes, una crucial será la de la percepción cromática. La base de trabajo de un pintor o un restaurador pasa por poder ver los colores y diferenciarlos adecuadamente.
Las fuentes de luz más presentes en un taller de pintura artística o en un departamento de restauración de arte suelen ser los tubos fluorescentes. Vamos a ver la composición espectral de los tubos fluorescentes y del sol para comprender mejor el problema
El tubo fluorescente es el nombre comercial que se le da a la lámpara de vapor de mercurio, que si bien tiene una representación de color en todas las longitudes de onda de la luz visible (380~780nm) presenta graves carencias de equilibrio, ya que muchas zonas del espectro poseen una intensidad relativa muy baja, como es el caso de los 520nm y los 680nm por citar solo dos.
Si bien los colores están presentes, la proporción de componentes en esas regiones presentará problemas para que el observador pueda distinguir matices en los colores. No se trata de que no se pueda percibir correctamente si en una región hay un rojo, si no que puede que no se perciba que en realidad hay 3 tonos de rojo distintos, o que en una zona que aparente era negra, en realidad hay trazos de azul oscuro, como demostró una prueba que hicimos en el Museo Fallero de Valencia, en la que iluminamos un cartel con 2 fuentes de luz distintas.
Conclusiones
El lector se puede hacer una idea del problema que puede suponer no percibir adecuadamente el color de una región de una obra en la que quizá se está haciendo una intervención, esto puede llevar a que por ejemplo una reintegración cromática sea significativamente más evidente cuando la obra salga a sala, donde presumiblemente habrá una iluminación de alta calidad, como ya la hay en la mayoría de los museos.
Fuentes
https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rsif.2019.0183
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